lunes, 22 de septiembre de 2014

INVERTIDOS: UN GIRO EN EL ESPACIO

Reinventar los espacios comunes para generar conocimiento es una práctica cada vez mayor en el ámbito artístico y pedagógico. 
Un conjunto de ideas puestas en marcha para el desarrollo de una educación accesible para todos, que rompe paradigmas tradicionales del cómo PENSAR y ESTAR en los espacios públicos y privados. Es una poesía rodante, donde el ser humano crea posibilidades y toca las texturas de la diversidad para transformar la interacción con los  lugares.
Una poesía que no está escrita ni es hablada, simplemente toma forma desplazándose en el espacio a través de la acción.


Caminaremos sobre 3 puentes donde la experiencia pedagógica, de una manera natural, se integra desde la macro-acción hacia la micro-acción, y luego, el orden se invierte pasando de lo micro a lo macro como resultado de la re-elaboración del aprendizaje. 
Puentes que se abren y nos muestran que muchas veces es necesario invertir el orden y el sentido de las cosas y los espacios, darle cabida a la voltereta conceptual, para ver mejor.

1. DEL MUSEO (macro) A LA ESCUELA (micro):



Salas de museos con las que me he quedado maravillada, con exposiciones para jugar y hacer, nada para “quedarse quieto y mirar” o hablar en voz muy baja por respeto a la obra y las personas contiguas. 
Grandes y pequeños exploran el espacio y usan todo lo que encuentran. En el salón infantil de exposiciones temporales de la National Gallery Of Victoria, en Melbourne Australia, los colores están pegados a sandalias y cascos, para dibujar con los pies y la cabeza sobre las paredes, mientras hacen secuencias de juegos corporales. Otras veces las exposiciones son abordadas desde el juego simbólico, como en el caso del The Ian Potter Centre en Melbourne, diseñadas con hilos y elementos reciclados ¡sólo para JUGAR y entender así la obra!



Ejemplos hay muchos. En éstos casos, el museo se convierte en escuela para los niños, y a su vez, la experiencia vanguardista e histórica del museo es llevada a la escuela de la mano de los educadores que aplican la experiencia y la difunden, pues vivir los espacios de forma distinta nos permite acceder a la información y asimilarla con más contundencia y mediante el disfrute.  

Pensemos seriamente en la importancia de la movilidad museo - escuela por parte de educadores, familias, y por supuesto, niños, que radica, en permitir la abstracción de lo aprendido en un formato de macro-acción para implicarlo creativamente en los primeros agentes de socialización de la infancia.


2. DE UNA TELA AÉREA (macro) A UNA BUFANDA (micro):

En mi experiencia en el aula uno de los materiales educativos más subversivos ha sido la tela aérea, una tela muy larga de 6 metros aproximadamente, utilizada en el arte circense contemporáneo y performances de danza aérea. Una tela bonita y colorida que da pie para infinidad de juegos con los niños, y desde luego, para hacer figuras suspendidos en el aire. Maniobras controladas por un adulto que implican riesgo y desafío para los niños, por lo que el trabajo de la auto-confianza brilla en todo su esplendor, es un YO PUEDO extraordinario, además de la habilidad imaginativa para crear nuevas figuras.

Los niños están esperando todo el tiempo un conector que les permita hilar, significativamente, su experiencia de vida personal con las diferentes situaciones de socialización a las que son expuestos y todo lo nuevo que van descubriendo. Para unos es más fácil y para otros más difícil, según el ritmo individual de desarrollo. Por eso es importante brindarles a los niños distintos espacios, distintos contenidos y distintas formas de aprovechar esos contenidos.



En el caso de la tela aérea hay una figura que se llama la estrella invertida, que se trata de estar suspendido verticalmente con la cabeza hacia abajo, una gran sensación de empoderamiento y libertad, capaz de transformar y tocar sus fibras más íntimas. 
En una ocasión, una niña de 4 años con dificultad para entablar amistad con sus compañeros y relacionarse con los profes, prefería estar sentada que jugando, hablaba poco y tenía dificultad para expresarse verbalmente por lo que acortaba las palabras y era difícil entenderla (debido a una connotación emocional y no a un deficit de lenguaje). Siempre desde su postura tenía una capacidad de observación increíble y una empatía que le afloraba en cada gesto de su cara. El día que llevé por primera vez las telas a la clase, ella las miró de reojo pero dejó que la llevara de la mano para tocarlas y jugar. Para mi sorpresa, accedió a hacer la estrella invertida. Jamás se me olvidará la cara de felicidad y emoción que puso en ese momento. Se bajó y nunca más volvió a ser la misma: empezó a jugar, a hablar por borbotones, a sonreír todo el tiempo, a proponer actividades y muchas otras cosas como resultado de la confianza que en 30 segundos adquirió, invirtiendo el cuerpo para pensar el espacio de una forma distinta, pensar la vida desde el revés. Fué su giro real de 180 grados.

Lo que más me dicen los padres en esos periodos de trabajo con telas (lo hacemos en el aula o salimos a los parques) es: “¡Mi hijo/a no para de bailar! quiere hacer figuras con todo lo que ve, y, sorprendentemente coge siempre mi bufanda: la cuelga, le hace nudos, se envuelve en ella y sin miedo se suspende de mil maneras”.

Efectivamente el aula, representada como el espacio colectivo diario -macro-, forma un puente con la casa, que es el espacio íntimo diario -micro-, para replicar sus aprendizajes y traducirlos a la cotidianidad de sus actos.

3. DE UN COLECTIVO DE VECINOS (micro) A UNA PLAZA (macro):

                                                   Foto recogida de www.facebook.com/estaesunaplaza?fref=ts

En este punto es donde los papeles cambian, dejamos de pasar de lo grande a lo pequeño, para ir de lo pequeño, que se representa en la apropiación y reproducción de las ideas, a lo grande, que es la reinvención y reconstrucción de un lugar puesta en marcha. 
Este puente me ha cautivado al conocerlo de cerca con Playgrounds en el Museo Reina Sofía como exposición y en ÉSTA ES UNA PLAZA del barrio Lavapiés, como acción.
Es la muestra de la capacidad de recrear lo aprendido para volcarlo en una producción propia socio-cultural a gran escala, una intervención del espacio desde una idea colectiva de vecinos, no desde una institución. Ahí radica la magia.

                                                  Foto recogida de www.facebook.com/estaesunaplaza?fref=ts

Los lugares de juego como reinvención de las plazas confiriéndole nuevos valores sociales, pedagógicos y funcionales a los espacios públicos y en los que, como educadores y padres, nos vemos implicados a salir del aula, salir de la casa con los niños para entrar en contacto con un paisaje urbano más cívico y lúdico de huertos, escenarios, juego, biblioteca infantil, comida, todo reunido en una plaza pública, donde podamos participar y desenvolver las ideas en un espacio de responsabilidad colectiva, para fomentar el pensamiento crítico  desde la infancia, la autonomía, la producción de saberes, y dejar de lado de una vez  por todas, la generación innecesaria de la dependencia (no confundirla con apoyo y acompañamiento) que tanto limita al ser humano en sus distintas etapas de vida: dependencia emocional y sentimental, dependencia económica, dependencia institucional, dependencia ideológica (en algunas situaciones mal concebida como lealtad y pertenencia). Dependencias que se crean desde la infancia y luego castran la vida juvenil y adulta, desembocando en la anulación del ser y el hacer.


                                                 Foto recogida de www.facebook.com/estaesunaplaza?fref=ts


La educación infantil va más allá del concepto de “guardería”, un termino ya obsoleto, hoy en día alberga una dimensión social, política y cultural muy amplia que integra cambios de paradigmas, que sucede en las experiencias que proponemos en distintos espacios de una forma sana, inteligente y creativa, a veces, INVERTIDA.








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